Toronto es la ciudad de más rápido crecimiento en América del Norte. Esta intensidad ejerce presión sobre la infraestructura, el transporte y la forma en que las personas se conectan entre sí en la ciudad. Presiones que la pandemia por Covid-19 no ha hecho más que amplificar. Si bien la vulnerabilidad de los barrios ha quedado de manifiesto, también han entrado en acción las redes de cuidado a nivel hiperlocal.
La inspiración para lanzar este reto fueron los resultados de la encuesta Toronto Social Capital Survey 2018, que reveló un sentimiento de conexión relativamente fuerte en toda la ciudad, a la par que destacaba algunas estadísticas sorprendentes: el 6% de los residentes de Toronto informa que no tiene amigos cercanos; otro 8% no tiene amigos cercanos en la ciudad o comunidad local; y un 30% tiene amigos locales, pero ninguno en su vecindario. Esas estadísticas se traducen en decenas de miles de personas que sienten que no tienen a nadie a quien pedir ayuda o en quien apoyarse en momentos adversos.
El primer paso fue identificar en la comunidad coanfitriones con quienes trabajar conjuntamente, lo que resultó en una asociación con entidades locales que implicó también el compromiso de focalizar el trabajo en el vecindario conocido como Bathurst and Finch, con una comunidad muy diversa en cuanto a etnias y religiones. Tanto los residentes como las organizaciones locales manifestaron las dificultades para conectar a las personas a través de esta diversidad cultural.
En la actualidad estamos buscando programas de todo el mundo que fomenten una mayor inclusión cultural y/o generacional y que hayan podido ejecutar estos programas a lo largo del tiempo con éxito continuo.